En un mundo como el nuestro, donde todo se sabe y donde es más sencillo que nunca moverse de profesión (o irte al paro directamente), donde se promueve el emprendimiento y donde la información está al alcance de todo el mundo todavía hay algunos que piensan que se vivía mejor en tiempos de los gremios medievales.
En esos tiempos (seguro que no tan felices), el conocimiento sobre cómo hacer algo pertenecía a un pequeño grupo, no tanto por deseo, sino por las circunstancias, y los maestros pasaban ese conocimiento a los oficiales y aprendices y sólo había los aprendices necesarios para cubrir las necesidades concretas del área de influencia del maestro. Era un esquema sostenible en el tiempo, cerrado completamente al exterior y muy, muy gregario. Para un gremio el control del producto era parte importante de su poder. Los estándares de calidad y el precio eran decididos solo entre los miembros del gremio. Los gremios consiguieron equilibrar la oferta y la demanda a través de la anulación de la competencia. En realidad su único objetivo era asegurar el bienestar y continuidad del gremio y no pensaban nunca en los «clientes» ya que estos estaban cautivos y no tenían otro sitio donde satisfacer sus necesidades.
Y evoco ahora mismo a los gremios medievales, sabiendo éstos fueron abolidos y sustituidos por el libre mercado, donde el bienestar del productor se supedita a la de los clientes y la sostenibilidad se cambió por el crecimiento. Todos salimos ganando un poco con esta abolición, los productos se abarataron y la competencia inició una espiral de avance tecnológico que nos ha traído hasta la actualidad (con todas sus necesidades de regulación y control inherentes) donde los clientes son los que determinan qué quieren, cuando lo quieren y qué precio están dispuestos a pagar. Pero parece que no todos los campos se libraron del gregarismo.
Revisando conversaciones de diferentes «Editores» digitales se ve que su mayor queja consiste en que «no se valora la calidad» y que los lectores están adquiriendo demasiado poder para decidir qué se publica y cómo. De hecho, como guardianes de la pureza editorial se preguntan, ¿Qué lector queremos para nuestros ebooks? o afirman «El empoderamiento del lector… echaos a temblar». De sus conversaciones de extrae que el mayor problema para hacer una edición buena y de calidad es… ¡¡El lector!!.. Pues andamos bien, si el único que mete dinero de verdad en esta industria (el resto solo se reparte ese dinero, mejor o peor) es el principal problema de la edición digital ya podemos ir echando el cierre. Si lo que es de calidad o no viene determinado por el tipo de letra y las herramientas utilizadas para generar el ebook más que por el contenido y por lo adaptado a los gustos y capacidades del mercado creo que hay una parte del análisis que no ha sido hecha adecuadamente.
Igual es que se necesitan nuevos editores o procesos editoriales más adaptados a los clientes finales que a los atavismos de otros tiempos y a la (justificable) búsqueda del preciosismo de los profesionales actuales. ¿Nos montamos un gremio?