El sábado pasado, asistí al excelente concierto de Joaquin Sabina en Gredos. Como telonero (o algo similar, uno nunca sabe) apareció Andrés Calamaro y la única vez que abrió la boca para dirigirse al público que había pagado la entrada y se había desplazado unos cuantos kilómetros para ver el espectáculo dijo algo tan tonto como: «Yo también soy autor: Bautista, estoy contigo».
Evidentemente esto no nos gustó a muchos de los que allí estábamos y se lo agradecimos con una sonora protesta. El Kalamardo no volvió a dirigirse a nosotros en todo el concierto más allá de las letras de sus canciones.
Esta introducción sirve, más que nada, para que se pueda ver la actitud que han tomado algunos beneficiarios de la SGAE y sus peores prácticas ante la evidencia de que la gestión de su presidente no ha sido todo lo honrada que debía. Calamaro ha mostrado su apoyo incondicional, incluso comparando la detención del capo con el 23F. Alejandro Sanz defiende a Bautista y llamó «cortitos, rabiosos y oportunistas» a todos los usuarios que estaban dejando posts contra la SGAE en twitter. La ministra de cultura no deja de apelar a la presunción de inocencia cuando, por contra, se elimina esa presunción con su famosa ley y se permite cerrar páginas sin que un juez entre a valorar si hay delito alguno.
El resto de reacciones, las consabidas. Los politicástros echándose los trastos los unos a los otros, los afectados, que no olvidemos al fin y al cabo que estamos hablando de un desvío de fondos que, en lugar de ir a los autores han ido a los bolsillos de otros amiguetes, ni ven, ni oyen ni dicen nada más que obviedades. También se ha apuntado algún que otro payaso a la fiesta, más que nada por ver si cae algo…
Parece que las evidencias que se tienen en contra de la SGAE y sus prácticas para desviar dinero son bastante sólidas como para que judicialmente el caso siga adelante. Lo que tenemos que pensar es cómo ha sido posible que una entidad que recauda un impuesto encubierto (el canon) y que reclama como suya la propiedad de toda la música tenga libertad, no solo para hacer y deshacer a su antojo en elecciones, repartos, recaudaciones sino que además, no pueda ser auditada por nadie (salvo sus auditores privados que nada pueden aportar en estos hechos).
Esperemos que estas detenciones propicien una refundación de la SGAE, una llamada de atención sobre el sistema de recaudación de la compensación por copia privada o, incluso, si hay suerte, sobre la influencia de los lobbies de la industria en el gobierno.
Y yo estaría gozoso si, por ende, alguien entra a discutir el concepto de «propiedad intelectual» y empezamos a eliminar privilegios innecesarios en nuestro mundo actual.