Pues si, lo lamento profundamente, pero esta es mi conclusión después de los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas. No por los resultados en sí, que aunque decepcionantes por lo templado del castigo a los corruptos que nos gobiernan, sino por las reacciones de personas que, anteriormente, yo creí razonables y que me han decepcionado sobremanera.
No voy a decir nombres, si alguno lee esto ya se verá representado, pero si que voy a explicar qué es lo que no me entra en la cabeza de esta sociedad nuestra.
La Hipocresía de estos votantes que, a pesar de tener que reconocer todos los males a los que nos han abocado el Partido Popular, con los episodios más escandalosos de toda la democracia en cuanto a corrupción, financiación ilegal, amiguismo y prevaricación, son incapaces de dejar de votarles porque «¡la que nos espera con los rojos!» o equiparar miles de millones de euros desviados para fines partidistas, injusticias profundas y prepotencia chulesca con comentarios de mal gusto en twitter. Cualquier cosa vale para justificar el error de haber votado a un partido que está podrido. Esto es pura y llanamente hipocresía.
El cainismo de la izquierda patria, que es incapaz de organizarse sin entrar en discusiones futiles y estúpidas. Que frena toda iniciativa que no parte de ellos mismos y que desde su superioridad moral (si, los ideales son lo que tienen) se ven incapaces de combatir a la derecha ruin y pragmática que es capaz de mentir repetidamente para defender a los suyos sin despeinarse y sin sentir ningún rubor. Señores, no hace falta ser perfecto (nadie lo es) para gestionar de manera honrada los bienes comunes y, a veces, es mejor reconocer un fallo que hacer sangre por cosas que no serían ni siquiera anécdotas en otros partidos.
El descaro con el que los políticos hacen uso de los votos que les han concedido sin pensar siquiera en los votantes. Ciudadanos ha pactado con todos los posibles grupos que se han cruzado en su camino, a veces con condiciones, a veces sin ellas, pero en cualquier caso ha demostrado (y en Alcorcón es un caso sangrante) que eso del cambio era solo una consigna y que, si bien no son marca blanca del PP, si que han conseguido que todos sus votantes se pregunten, ¿porqué? y, si no retoman una línea argumental coherente en los próximos días, se convertirán en el próximo UPyD.
El miedo con el que los ciudadanos afrontan sus responsabilidades. Personas adultas que todavía no han reconocido que el gobierno debe representar al pueblo y trabajar para él y prefieren que les guíen como becerros. Gente que se preocupa por lo que pensarán los inversores extranjeros de China o Arabia Saudí en lugar de preguntarse por las ejecuciones que estos estados cometen a millares entre sus ciudadanos. Gente que protesta por el aumento de intereses de la deuda soberana por la llegada de nuevos gobiernos en lugar de preocuparse por los cientos de miles de millones que se han usado de esa deuda para pagar empresas amigas de los gobiernos «modernos» que, como leí en una incalificable columna de un «opinador» profesional son aquellos que tienen el bipartidismo como forma política (¡¡!!)…
Me consuela ver la ilusión con la que en sitios concretos, personas concretas (como Manuela Carmena en Madrid) han asumido el reto de limpiar y enderezar la vida política y la gestión pública. Quizá no quede en nada, pero igual es que España no se merece una democracia.