Hechos son amores…

Hoy no voy a escribir de informática, lo siento, quizá para la próxima entrada me encuentre con ánimo, pero hoy voy a daros la turra sobre política, así que el que no le interese que vaya abandonando la página. Uno tiene su corazoncito y hay cosas que mejor dejar por escrito antes de que se te pudran dentro, así que hoy vamos a hablar un poco sobre «hechos e intenciones» en la política española.

Cuando le hago una pregunta a mi mujer, p.ej. «¿Qué tiempo hará en la calle?» en lugar de darme una respuesta a la pregunta su cerebro se pone a maquinar a toda prisa buscando la intención con la que le he hecho la pregunta para contraatacar con otra pregunta destinada a desactivar cualquier posible intención, por ejemplo, «¿Es que quieres irte de juerga?» y adornarlo con un posible reproche «con la de cosas que hay por hacer en casa». En ningún caso se plantea decirme, «pues hace frío» o un simple «ni idea», por lo que finalmente estas cosas se las termino preguntando a Alexa que, al menos, no me juzga por mis preguntas (al menos todavía no).

En la política española estamos llegando a unos niveles tales que ya la polarización no nos permite pensar sobre cualquier tema que haya planteado el «contrario» sino que, hoy más que nunca, antes de reaccionar siempre intentamos buscar las intenciones del otro con esa afirmación. Y en ese escenario termina pasando que las intenciones (reales o inventadas) se ponen al mismo nivel que los hechos (si, esas cosas que pasan y que no se puede decir que no han pasado).

Por ejemplo, es un hecho que hay decenas de miles de muertos en Gaza, asesinados por el ejército Israelí. Una hecho incontestable, corroborable y sin lugar a dudas (las cifras podrán bailar, pero nadie puede dudar de ello). Pero si alguien lo menciona automáticamente se cree que la intención es perjudicar a los judíos y se le tacha de antisemita. Es cierto que esto es un éxito de los sionistas, conseguir que la suya sea una guerra religiosa, pero también es cierto que todos los que compran ese argumento no se han parado a pensar ni siquiera un momento si no sería más sencillo arreglar los problemas con unos cuantos miles de muertos menos.

Si en cualquier país civilizado del mundo se descubriese que un cargo público estuviese viviendo en una casa pagada íntegramente con los resultados de un delito fiscal cuando menos el partido de dicho cargo público le pediría explicaciones. En España dicho partido estaba entretenido atacando con argumentos espúreos a la mujer del presidente del gobierno y porteriormente a la fiscalía del estado. Porque el hecho de que el delito sea cierto, que el afectado lo haya confesado y que cientos de miles de euros se hubiesen camuflado en facturas falsas parece que carece de envergadura comparado con la intención de quien lo denunció (malos malísimos que quieren dejar mal a una de los nuestros). La borregada sacó las palomitas y, en lugar de exigir conocer el origen de la fortuna de alguien que, antes de conocer a la presidenta era un mero técnico sanitario, y después compra en efectivo áticos en un Madrid de precios imposibles, se dedica a mirar si el correo que MAR ya envió a los periódicos antes fue filtrado por el fiscal o por el propio PSOE. Vamos, que se está juzgando al mismo nivel el delito real con las intenciones de los que denunciaron el delito.

Si esta actitud de aborregamiento (paso de llamarlo polarización) es preocupante, lo es mucho más cuando afecta a la vida y muerte de muchísimas personas. No solo las 7291 que Ayuso mandó abandonar a una muerte inhumana sino a las más de 200 que se llevó la DANA en Valencia mientras el presidente de la comunidad estaba viviendo la vida loca, ignorando sus deberes por los que cobra de los ciudadanos y luego gestionando lo peor posible esta desgracia. Eso si, como decía cierto alcalde «seremos fascistas pero sabemos gestionar» otra obra maestra del surrealismo, los miles de millones que se van a dejar los ciudadanos, via impuestos, en ayudar a los afectados por la DANA se van a repartir entre empresarios afines que, obviamente, pasarán a financiar las futuras campañas electorales del partido o, incluso, a darle una buena puerta giratoria al inútil de Mazón. Pero esos son hechos y no importan, lo importante es la intención. Si criticas a Mazón es que tu intención es meterte con la derecha y ellos ya se defienden solos. Son unos maestros porque luego echan balones fuera atacando al estado central por no arrebatarles las competencias y así queda todo nivelado.

Y es que la intención cuenta, claro que si, pero que eso no te distraiga de los hechos. Se supone que el poder judicial está para poder determinar si los hechos son constitutivos de delito, no si las intenciones son malvadas. Parece ser que una parte del cuerpo de la judicatura ha decidido que las informaciones de pastiches como okdiario o las habladurías sin verificar pueden ser indicios suficientes para abrir casos. Pero ahora, no puedes decir que se han abierto esos casos con cierta intención (eso sería acusar de lawfare) porque entonces tu intención sería criticar a los jueces y, claro, eso ya es malísimo en si mismo. Además, ahora sale casi gratis mentir. Te puedes inventar la noticia o targiversarla sin que esto suponga el menor problema, mentir ya no está mal visto, según parece eres más listo cuantas más mentiras haces pasar por buenas…

Me disculpo solo por haber destacado aquí casos de un solo signo político. Si queréis podemos hablar de los EREs de andalucía, del caso Koldo o de cualquier otra cosa de otro signo con hechos demostrados, los efectos son los mismos. Siempre estaremos sesgados por la intención con la que hacemos los comentarios y eso ya nos descalifica y, como haría mi mujer, buscaríamos algo con lo que criticarme para neutralizar esas aviesas intenciones.

Esta dinámica tiene graves implicaciones (esto se lo he preguntado a una IA):

  • Dificulta la rendición de cuentas de los cargos públicos.
  • Obstaculiza la resolución efectiva de problemas sociales y políticos.
  • Fomenta la proliferación de noticias falsas y manipulación informativa.

Como conclusión solo puedo decir que es crucial recuperar un enfoque basado en hechos verificables en el debate político. Aunque las intenciones son relevantes, no deben eclipsar la realidad de los acontecimientos. Solo así se podrá mejorar la calidad de la discusión pública y abordar de manera efectiva los desafíos que enfrenta la sociedad española.

La verdad en tiempos del coronavirus

Decía Hiram Johnson en 1917 que la primera víctima de una guerra era la verdad, y esto es completamente cierto, ya que cada bando debe utilizar la propaganda para desconcertar y desmoralizar al enemigo. Hay grandes ejemplos de contraespionaje que fueron decisivos en muchas guerras – sin ir más lejos en la segunda guerra mundial cuando hicieron creer al reich que el desembarco de normandía sería por el paso de Calais (operación fortaleza) – y grandes ejemplos de propaganda en tiempos de guerra, que podemos resumir en el decálogo que ya publicaba Arthur Ponsonby en 1928:

  1. “Nosotros no queremos la guerra”.
  2. “El enemigo es el único responsable de la guerra”
  3. “El enemigo es un ser execrable”
  4. “Pretendemos nobles fines”
  5. “El enemigo comete atrocidades voluntariamente. Lo nuestro son errores involuntarios”
  6. “El enemigo utiliza armas no autorizadas”
  7. “Nosotros sufrimos pocas pérdidas. Las del enemigo son enormes”
  8. “Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa”
  9. “Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime”
  10. “Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores”.

A estos elementos hay que sumar la desinformación, como un elemento presente en toda competición donde la opinión pública tenga alguna participación, como ya sucedía en la antigua roma y viene sucediendo periódicamente en todas las elecciones, siendo la más descarada la campaña de Trump y el escándalo de cambridge analítica.

Sin embargo, cuando la guerra es contra un enemigo que no es humano, como es el caso actual donde nos enfrentamos a una pandemia sin precedentes, ¿qué hacemos con la información y desinformación? En otros países lo tienen claro, hay que mantener informada a la población de la evolución de la guerra, premiar a los heroes y felicitar a los voluntarios que estén apoyando los esfuerzos por superar la crisis, en España, se prefiere otro enfoque – Spain is different – y se ha optado por buscar un enemigo en casa.

Al igual que los nacionalismos perifericos eligieron el concepto de «Madrid» como el enemigo a batir, el que les impedía su tan utópica independencia y el que le robaba los recursos. Al igual que los ultraderechistas trasnochados buscaron a los emigrantes, a los diferentes como el enemigo que les quitaba los trabajos y les limitaba la asistencia médica, de la misma manera una parte mezquina de la sociedad española ha decidido que es el gobierno el enemigo a batir.

La campaña de descrédito ha sido desmesurada desde el primer momento, un gobierno de coalición es algo inédito en la democracia española y cualquier ocasión es buena para intentar romperlo y volver a ocupar el espacio de poder que la derecha española cree suyo por derecho de nacimiento. Pero tanto es así que han utilizado todas las armas a su alcance para, en lugar de aportar soluciones, propuestas o apoyo a los profesionales que están al pié del cañon intentando paliar los efectos del virus, demonizar la gestión del ejecutivo para culparles de las muertes por el coronavirus.

Nadie en su sano juicio sería capaz de algo tan abyecto como acusar a otro de la muerte de un semejante (seguramente en persona serían incapaces de hacerlo, aunque fuese por verguenza), pero no hay nada que una más que un enemigo asesino al que poder poner en el punto de mira de su guerra particular (ver los puntos de arriba), tanto en los nacionalismos, en el fascismo o en las películas de hollywood. Pero España es así, ya no es posible emitir opiniones imparciales porque eres etiquetado como de un bando o de otro, independientemente de la verdad o del mensaje que emitas. Estamos en guerra y ahora o estás con nosotros o estás contra nosotros.

Y de esta manera todo lo que se ha conseguido es eliminar cualquier atisbo de espíritu crítico. Las críticas son meras representaciones de estrategia política, cada cifra, cada gráfico, cada anuncio se convierte en un campo de batalla por saber quien es más mezquino. Si eres de un bando y te atreves a criticar a los tuyos por cualquier cosa (aunque sea verdad) te conviertes en un traidor y así, simplemente, no hay manera de avanzar. Al igual que a mi me da cosa presumir de bandera porque el símbolo de todos los españoles se lo han apropiado gente que no tiene ningún reparo en presumir de machismo, xenofobia, y homofobia y pretenden que cualquiera que ondee la bandera comparte con ellos esos valores; ahora me es imposible criticar al gobierno (que tiene cosas que mejorar) porque parecería que soy uno más de los bots lanzados por la oposición para destruir al gobierno.

Pero lo que es peor, el nivel de virulencia de esta guerra sucia en los medios es tan alto que las consecuencias pueden ser terribles para nuestro futuro. La censura real (no la que falsamente afirman que ya hay en whatsapp) puede estar a la vuelta de la esquina, mediante cambios legislativos, solo porque hay quien ha decidido que el enemigo a batir no es el virus, es el gobierno.

El síndrome de estocolmo

Últimamente he escuchado en más de una ocasión el término «el sindrome de estocolmo» que hacía tiempo que no oía… Pero lo he visto en una serie en la tele y, además, lo estoy viendo en los comentarios en las redes sociales al hilo de la moción de censura… ¿Y eso como es? Te preguntarás, pues porque no hay otra explicación, los votantes del PP sufren el sindrome de estocolmo.

Veamos su definición:

síndrome de Estocolmo
Trastorno psicólogico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada.

 

¿Os suena a algo?

Pues a mi sí, es la única explicación que encuentro a que gente que considero normal, o incluso inteligente, se comporte como si desalojar a M. Rajoy de la presidencia abriese las puertas del infierno. Ellos, que han estado secuestrados por los ladrones, que les han robado la educación, la sanidad y hasta el buen juicio. Ellos, que han tragado con ruedas de molino, como los hilillos del prestige, con casos aislados, con las personas esas de que habla, o con la soberbia y la mala educación de ciertos representantes, ya sea políticos o de la escoria mediática que les acompaña. Ellos, que debían sentirse aliviados, que ahora podrán refundar el partido, si así lo desean, que podrán limpiar de corrupción y fascismo su partido desde sus bases, se muestran más que comprensivos y «cariñosos» con sus líderes… Solo puede ser porque estén presos del síndrome de Estocolmo… Si no no me lo explico.

Cataluña y los españoles

Estoy preocupado, llevo semanas intentando escribir algo técnico de lo mucho (y bueno) que estoy haciendo en varios proyectos, pero no me sale nada. Necesito escribir primero esta entrada para, al menos, liberarme de todos estos malos rollos en los que estamos metidos. Simplemente dejaré mi opinión, sois libres de daros por aludidos, ofenderos o pensar lo que queráis. Otra cosa no, pero seguimos – por el momento – teniendo libertad de expresión.

Lo que los medios de incomunicación han dado en llamar «el desafío soberanista» no es nada nuevo. Desde que tengo una cuenta de email (hablamos de 1988) una de las primeras cosas que se hacían en los grupos de news de usenet era discutir sobre las reivindicaciones catalanistas y, si cualquiera puede acceder al registro, mis opiniones ya en esa época eran las mismas que ahora: Cataluña está mejor dentro de España, reclamar la protección de la cultura y legado Catalán es muy loable, pero querer aportar menos dinero al fondo general es, simplemente, ser más insolidario. Ciertamente ningún sistema es perfecto, pero la idea de que formar un nuevo país sería más rentable, bueno, simplemente no la veo.

Mi opinión con respecto a la situación actual es simple, se han utilizado las banderas como meras excusas para tapar toda la mierda que acumulan ambos partidos en el poder. Gracias al izado de banderas, a las que la gente ha seguido como borregos manejados por su perro pastor, se ha dejado de hablar de los problemas reales que afectan a los ciudadanos. Gracias a que tu bandera tiene más barras que la mía puedes olvidarte del 3%, de los misales, de los viajes a Andorra y de los recortes de tu estado del bienestar y gracias a que tenemos que defender la unidad sagrada de nuestro territorio ya no nos importa que los jueces condenen en firme a los ladrones que nos han venido robando sistemáticamente durante décadas… Total, lo que nos va es la marcha, siempre que pueda insultar a alguien qué más da quien sea, cambiamos el político por el nacionalista y yastá…

Lo que de verdad me entristece no es la táctica del «divide y vencerás» más vieja que el hilo negro, o que el «buscar un enemigo común» les esté funcionando de maravilla, lo peor es que gente que tengo en alta consideración y que, me consta, son buenas personas todas ellas empiezan a comportarse como peligrosos ultras. No me importa exhibir banderas, no me importa opinar si existe o no el derecho a la autodeterminación, disfruto de una buena charla siempre que haya argumentos. Lo que empieza a tocarme las narices es entender la política haciendo que el que no opina como tu sea tu enemigo y «al enemigo ni agua», que no se intente buscar una solución sino una victoria, que no se atienda a razones sino que se busque la confrontación, la descalificación y la humillación.

Podemos echar la culpa a las «fake news», podemos decir que son los trolls de internet los que dirigen a las masas digitales, podemos decir que en persona no se dicen las mismas cosas, pero es que hay gente que ya empieza a emborracharse del ambiente de batalla y empieza a disparar contra todo lo que se mueve. Ya no importa el tema de la independencia, ya es simplemente la diferencia ideológica la que te pone en el punto de mira. Si opinas distinto, si no condenas, empujas o insultas como ellos eres del enemigo o, peor, eres un tibio equidistante que mereces la peor de las suertes, porque quedarás mal con cualquiera de los dos bandos… Y digo yo, ¿Qué carajo de bandos? ¿porqué nos empeñamos en continuar dividiendo cuando debíamos multiplicar?

Por favor, por favor, seamos un poco sensatos… Aquel al que estás insultando por el número de barras de su bandera puede ser alguien con quien te tengas que tomar un café y comentar el último partido de liga… ¡Un poquito de porfavor!

Porqué no hay que tener miedo de la palabra Pucherazo

campana_1881Estos días estamos viviendo una oleada de suspicacia por parte de los simpatizantes de Podemos, entre los cuales, en este momento, me encuentro. Además de Fraude, la palabra más oída ha sido Pucherazo. Parece que esta palabra da mucho miedo, solo de pensarlo a algunos se les estremecen las canillas y se les aflojan los esfínteres.

No, a nosotros no, eso son los países tercermundistas los que sufren este tipo de cosas, nuestro sistema es perfecto.

Bueno, no quiero quitarles la ilusión, que hasta hace poco era mía, pero si que me voy a permitir deciros por qué no hay que tener miedo de expresar las dudas y porqué nuestro sistema puede ser perfecto, pero puede ser igualmente vulnerado.

Primero, ¿quién dijo miedo? Las garantías que hay en nuestro ordenamiento administrativo y jurídico para asegurar que las elecciones sean limpias e imparciales me parecen, simplemente, impecables. Sin embargo, seríamos cómplices por dejadez si no estuviésemos vigilantes de que todas las medidas orientadas a evitar el fraude se han tomado adecuadamente. Si nadie pone en duda el sistema, ¿quién avisará cuando este sea vulnerado? Ni siquiera sitios tan «democráticos» como EEUU ha quedado libre de los «pucherazos» electorales, y no lo digo yo, lo dicen aquí, por ejemplo. Lo bueno de todo esto es que con una ciudadanía vigilante y unos garantes aleccionados a seguir alerta todo puede funcionar correctamente. ¿Miedo a mostrar dudas? Ninguno. Lo peor que puede pasar es que estemos equivocados y, en ese caso, seremos los primeros beneficiados… Así que, ¿quién dijo miedo?

Segundo, ¿el sistema perfecto? Desde que algunos mostrasen sus dudas, e incluso que algunos intentaran aprovecharlas para colar HOAX falsos o portadas de periódicos trucadas, salieron muchos artículos defendiendo lo «perfecto» de nuestro sistema electoral, donde destaco este de David Fernandez: No, el 26J No hubo pucherazo (ni puede haberlo), artículo donde explica muy bien el funcionamiento de las mesas electorales y desmonta los hoax (o similares) que pretendían demostrar pucherazo en las mesas electorales. No obstante, en el artículo y en los comentarios posteriores, queda demostrado que no hay auditoría sobre la transmisión de datos ni el tratamiento inmediato de los datos provisionales. Es decir, el programa que recoge los datos desde las apps de los delegados de la administración que hay en cada mesa puede hacer con esos datos lo que quiera sin que nadie lo sepa en ese momento. Imaginemos, por un momento, que, por error informático, se produce una mezcla de los datos de algunos partidos con otros en esa recogida de datos, los resultados provisionales serán completamente distintos de los reales, habiendo sido las mesas completamente decentes y habiendo cumplido al 100% con su cometido.

Evidentemente la ley prevé que haya un recálculo global en las juntas electorales provinciales a la vez que se añade el voto de los Españoles residentes fuera del país, pero tal como se vió en Sevilla en el 22-M (no lo digo yo, de nuevo, lo dicen aquí y fue una realidad) es costumbre dar por válido el recuento provisional y solo añadir el voto de los residentes en el extranjero. ¿Qué problema tiene esto? Que realmente se confía al 100% en un sistema que no ha sido auditado debidamente y no se puede corregir los errores humanos en este segundo recuento. Esto, y nuestra maravillosa ley D’Hont puede hacer bailar escaños a los distintos partidos (incluso solo por errores). Así que, si no se exige un completo escrutinio general «de verdad» hay muchas posibilidades de que la realidad no coincida con las cifras.

Tercero, ¿porqué dudo?, visto que el sistema no es perfecto, que tenemos un intermediario que no es fedatario público y que no ha sido auditado y en vista de las variaciones tan poco comunes entre las encuestas a pie de urna (estaríamos hablando de las mayores variaciones desde que se hacen) y las encuestas previas (incluida la del CIS) no puedo sino tener una duda «razonable».Además, siempre he creído que el pueblo español podía ser engañado durante un tiempo, pero ver un repunte de votos de un partido corrupto y de demostrada toxicidad para la sociedad Española me parece más increible si cabe.

En cualquier otro momento de nuestra corta historia democrática ni me hubiese planteado que hubiese podido haber algo raro, pero vivimos unos momentos donde el gobierno ha cobrado en dinero negro de oscuros contribuyentes, que ha repartido beneficios con turbios amiguetes, que han utilizado el poder en su beneficio como partido y que alimentado una caverna mediática y un estado de opinión más de hooligan que de discusión política… Por eso dudo, y espero fervientemente que el escrutinio general termine por aclararme y borrarme de una vez las dudas. Cualquier otra cosa sería un pucherazo en toda regla y la mayor estafa perpetrada contra los españoles.

ACTUALIZACIÓN 1: En sitios no tan lejanos ni tercermundistas hay quien ha impugnado elecciones y no se les ha caído la democracia. Como en Austria (ver noticia).

ACTUALIZACIÓN 2: Qué se está haciendo en podemos para verificar los datos.