Saber estar… O cómo los comerciales tienen que tolerar el fracaso

Me acaba de entrar una llamada al teléfono de la empresa, es un comercial de una consultora energética cabreado como una mona porque he aceptado la contra-oferta de Iberdrola cuando ya había firmado con otro proveedor que él trabajaba anteriormente.

Me ha hecho gracia, la verdad, ver que hay gente todavía que no sabe qué es esto del trabajo comercial, que unas veces se gana y otras se pierde, que por muy bueno y simpático que sea el potencial cliente al final son los números y la estrategia de cada uno la que dicta si te contrata o no.

Tengo que reconocerle que a mi también me ha pasado lo de cabrearme cuando un cliente, después de tener todo apalabrado, se iba con otro proveedor por cualquier motivo. A hechos consumados no sirve de nada llamar al cliente para echarle en cara lo poco serio que es o decirle (literal) que van a pagar justos por pecadores porque a partir de ahora van a cobrar por su servicio (no solicitado, por cierto).

En fin, supongo que ya ha dado por hecho que nunca nos vamos a cruzar otra vez y que le merece más la pena desahogarse ante la pérdida económica quemando puentes que algún día pueda necesitar. Porque, digámonos sin tapujos, que un comercial me engañe es lo normal y lo esperado, pero que lo haga un cliente es algo más raro. Un cliente se gana día a día y se pierde solo una vez si se hacen cosas como esas.

¿Tenía oportunidad de venderme otra cosa aprovechando la «culpabilidad» de haberle dejado con la miel en los labios y su comisión por cobrar… Pues si, pero ya es completamente imposible. Ni lo puedo recomendar a nadie (no quiero que me echen en cara que le mando empresas que terminan por abroncar al cliente) y no voy a contratar nada que huela siquiera a la empresa que le mandó a visitarme.

A mi edad ya no estoy por aprender nuevos trucos, el cliente no siempre tiene la razón, pero siempre hay que respetarle, yo respeto a los míos y entiendo sus razones cuando contratan con otros o cuando no contratan conmigo. Eso no les convierte en malas personas ni les amenazo con perjudicar a mis futuros clientes. Le deseo que haya disfrutado de su momento de desahogo y, por mi parte, nada más que esperar que no trate igual a todos sus clientes o terminará con una cartera muy pequeña de ellos.

Yo no soy contrario a hacer una post-mortem con el cliente, así se aprende qué se ha hecho mal, que se podría mejorar y revisar así la forma de presentar los proyectos la próxima vez. En este caso debería haber aprendido a advertir (como si lo hacen con la telefonía) a los clientes de que iban a recibir una contraoferta y darles el argumentario para declinarla. Si no ha aprendido eso, bueno, peor para él porque parece ser que las energéticas se han decidido a empezar a contratacar… Y eso es algo a tener en cuenta.