De hipotecas y nacionalismos

Terminadas las elecciones y con el turrón de la nochebuena todavía en el cuerpo me acabo de dar cuenta de algo, que es posible que todo el mundo ya sepa, pero que me apetece dejar por escrito.

tripartito

El resultado de las urnas ha sido claro, poco efectivo en el tema de crear un gobierno, pero conciso indicando que la ciudadanía está harta de dar su voto sin concesiones a un solo partido que luego toma las decisiones que mejor le viene a una cúpula y no al mismo pueblo. Quieren una nueva política y una regeneración democrática que nos devuelva el poder y la dignidad aunque sea a costa de los oligopolios y amiguetes de turno. Con un problema añadido, la vieja política no ha acabado de morir y se empeña en obstaculizar a toda costa la irrupción de los emergentes y su aportación al nuevo gobierno.

Hay una cantidad importante de votantes que son intercambiables entre Ciudadanos y Podemos y, no olvidemos, los votantes de PSOE están muy por la labor de apoyar políticas progresistas vengan de donde venga, ¿cual es el problema entonces para un gran «pacto de perdedores» como lo llamó Rajoy? ¿Qué impide que Podemos, PSOE y Ciudadanos se pongan de acuerdo en los puntos fundamentales de regeneración democrática, eliminación de la corrupción y blindaje de los servicios sociales?

Los problemas se resumen en uno, nada que ver con líneas rojas o sectarismo, se trata de la supuesta «hipoteca» independentista que los medios del PP han colgado a Podemos para marcarle como apestado. Se empeñan en decir que el hecho de que Podemos haya incluido en su programa el derecho a convocar referendums para decidir el tema independentista es una exigencia de los nacionalistas y equivale a la firma de una hipoteca con éstos. Perdonadme, pero no, eso no es así y Pablo Iglesias ya lo ha explicado más de una vez (y la misma Ada Colau también).

Podemos pone por delante en sus prioridades todos estos temas que ya hemos hablado y dudo que se negasen a hablar con nadie que ayudase a llevar a cabo su programa y deja en un segundo plano la «unidad nacional», básicamente porque es un asunto sobre el que no tiene nada que decir. Y como no tiene nada que decir simplemente propone que se le de voz a quien si quiere decir algo, aunque como el mismo iglesias indica, él votaría y promovería la unidad en el caso de referendum. La misma Ada Colau en Barcelona fue muy criticada por los nacionalistas por abstenerse de las declaraciones independentistas, pero, es que el tema este ya huele.

No soy nacionalista, ni anti-nacionalista, no defiendo la unidad territorial a ultranza, ni quiero que se separen de nuestro estado territorios que han estado siempre con nosotros, por eso no entiendo como dar voto a los que viven en un sitio para que opinen sobre algo pueda ser obstáculo para nada.  Es más, igual deberíamos plantearnos poder hacer referendums sobre si queremos un Rey o no, al final la soberanía se supone debe ser del pueblo y nadie debería comulgar con ruedas de molino que no son suyas o de la mayoría equivocada de su pueblo.

El problema, ahora, creo yo, es que las nuevas políticas tienen hipotecas con sus raices. Las raíces de Ciudadanos en Cataluña son de anit-independentistas y no pueden ver como ese asunto se ningunea y se resuelve de un plumazo con la receta de Podemos sin usarlo, como todos, para sacar réditos electorales. Que no me vengan con que el pacto tripartito no es posible con Podemos porque se han vendido a los independentistas, el pacto no es posible porque Rivera viene de lejos hipotecado por el anti-nacionalismo que le impide ver que los problemas de las personas no son, en su mayoría, resultado de nacionalismos o no-nacionalismos y que la receta de lo que se necesita no tiene porqué incluir ningún ingrediente de ese asunto.

Veremos cómo termina la cosa, al final uno nunca puede fiarse de ningún político, pero la nueva política tiene que librarse ya y para siempre, del «problema» nacionalista y empezar a ver los problemas de las personas por encima de las nacionalidades.

Hipocresía patria

Esta vez tengo que hablar de política, bueno, no, realmente no es política, pero estamos empeñados todos en «politizar» nuestras actitudes para buscar una «justificación» a lo injustificable… Esta semana he encontrado mucho cinismo y mucha hipocresía por las calles y por las redes de nuestro país, dejadme que os diga porqué.

book

Me comentaban que en una conversación de peluquería, varias madres estaban echando pestes de los gastos que tenían que afrontar en sus colegios concertados, que si el uniforme, que si les obligaban a comprar los libros en un sitio determinado y no podían conseguir descuentos, que si el donativo «voluntario»… Llegando a decir que, «mira tú, en eso los públicos se organizan mejor con los pocos medios que tienen».

Vamos a ver, señoras recién peinadas, los colegios concertados son un accidente de nuestra democracia. Se plantearon como una manera de asegurar la escolarización obligatoria en todos aquellos sitios donde no había todavía colegios públicos… Pero ahora estos concertados, en lugar de ir desapareciendo como debían y volverse a convertir en verdaderos colegios privados, se han convertido en un sumidero de dinero público y en una especie de «club selecto de todo a 100» para la clase media.

La mayoría de estos colegios, gestionados por religiosos o empresarios con pocos escrúpulos, tienen la obligación de dar la misma educación que los colegios públicos y reciben, a cambio, una cantidad neta de dinero que, ellos mismos, se encargan de decir que es menor (si no no tendrían razón ninguna de existir) y por eso tiene que financiar el resto de los costes con el dinero de los padres. De ahí a pensar que ese colegio va a ser mejor que el público hay un salto mental que no me atrevo a dar… Porque lo único que es diferente es la «exclusividad» del alumnado. Es difícil encontrar negros, gitanos, rumanos o cualquier otro tipo que no sea blanco-católico en los colegios concertados… ¿Eso como es posible? Pues haciendo trampas.

Los criterios de entrada en los colegios concertados están establecidos por ley y son muy similares a los de los colegios públicos… Eso si, los padres católico-blanco-piadosos no tienen ningún problema en «arreglar» sus papeles empadronando a los niños con los abuelos, haciendo una declaración del IRPF falsa (que ya se arreglará si eso con una complementaria), o incluso inventándose dolencias imaginarias para conseguir que su niño consiga una plaza allí… Y si se ha colado algún inmigrante, morenito o algún maldito ateo, ya se encargarán en el colegio de recordarle donde está y porqué ha de irse a la pública… En suma, actitudes todas muy cristianas y de buenas personas… De estos padres, ¿qué podemos esperar que sean sus hijos?

En segundo lugar, la hipocresía patria contra los refugiados Sirios… No deja de escucharse por ahí: «Que si quieres que vengan que les des tu casa, que mis impuestos no son para extranjeros, que si van a venir terroristas, que mejor que le demos las ayudas a nuestros parados!»

¡Por Dios! Estoy seguro que a un parado nuestro no le haría mucha gracia tener que deambular por varios continentes con su familia a cuestas, muerto de miedo por si te atacan o por si te pegan de patadas los reporteros para poder recibir las «explendidas» ayudas que se les ofrece en los países de destino. Vamos, que seguro que hay que inventarse una guerra e irse por ahí para vivir del cuento de las ayudas (nótese la ironía). Este tipo de gente es muy peligrosa, y lo peor es que se creen el mensaje (si hay que ayudar a alguien que sean a los nuestros) y no tienen ni la más mínima idea de lo que es pasar una guerra y tener que abandonar todo lo que tienes y a todos los que te importan para llegar a un país que te desprecia. ¿Seguro que los que están protestando por ayudarles lo hacen sabiendo lo que dicen o son proclamas políticas intentando meter el miedo y asegurar el voto en las próximas elecciones? Un poquito de por favor…

No sabemos lo que significa democracia

B796UFhIcAAzHKhPues si, lo lamento profundamente, pero esta es mi conclusión después de los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas. No por los resultados en sí, que aunque decepcionantes por lo templado del castigo a los corruptos que nos gobiernan, sino por las reacciones de personas que, anteriormente, yo creí razonables y que me han decepcionado sobremanera.
No voy a decir nombres, si alguno lee esto ya se verá representado, pero si que voy a explicar qué es lo que no me entra en la cabeza de esta sociedad nuestra.

La Hipocresía de estos votantes que, a pesar de tener que reconocer todos los males a los que nos han abocado el Partido Popular, con los episodios más escandalosos de toda la democracia en cuanto a corrupción, financiación ilegal, amiguismo y prevaricación, son incapaces de dejar de votarles porque «¡la que nos espera con los rojos!» o equiparar miles de millones de euros desviados para fines partidistas, injusticias profundas y prepotencia chulesca con comentarios de mal gusto en twitter. Cualquier cosa vale para justificar el error de haber votado a un partido que está podrido. Esto es pura y llanamente hipocresía.

El cainismo de la izquierda patria, que es incapaz de organizarse sin entrar en discusiones futiles y estúpidas. Que frena toda iniciativa que no parte de ellos mismos y que desde su superioridad moral (si, los ideales son lo que tienen) se ven incapaces de combatir a la derecha ruin y pragmática que es capaz de mentir repetidamente para defender a los suyos sin despeinarse y sin sentir ningún rubor. Señores, no hace falta ser perfecto (nadie lo es) para gestionar de manera honrada los bienes comunes y, a veces, es mejor reconocer un fallo que hacer sangre por cosas que no serían ni siquiera anécdotas en otros partidos.

El descaro con el que los políticos hacen uso de los votos que les han concedido sin pensar siquiera en los votantes. Ciudadanos ha pactado con todos los posibles grupos que se han cruzado en su camino, a veces con condiciones, a veces sin ellas, pero en cualquier caso ha demostrado (y en Alcorcón es un caso sangrante) que eso del cambio era solo una consigna y que, si bien no son marca blanca del PP, si que han conseguido que todos sus votantes se pregunten, ¿porqué? y, si no retoman una línea argumental coherente en los próximos días, se convertirán en el próximo UPyD.

El miedo con el que los ciudadanos afrontan sus responsabilidades. Personas adultas que todavía no han reconocido que el gobierno debe representar al pueblo y trabajar para él y prefieren que les guíen como becerros. Gente que se preocupa por lo que pensarán los inversores extranjeros de China o Arabia Saudí en lugar de preguntarse por las ejecuciones que estos estados cometen a millares entre sus ciudadanos. Gente que protesta por el aumento de intereses de la deuda soberana por la llegada de nuevos gobiernos en lugar de preocuparse por los cientos de miles de millones que se han usado de esa deuda para pagar empresas amigas de los gobiernos «modernos» que, como leí en una incalificable columna de un «opinador» profesional son aquellos que tienen el bipartidismo como forma política (¡¡!!)…

Me consuela ver la ilusión con la que en sitios concretos, personas concretas (como Manuela Carmena en Madrid) han asumido el reto de limpiar y enderezar la vida política y la gestión pública. Quizá no quede en nada, pero igual es que España no se merece una democracia.